Cómo crear una pretemporada eficaz en 4 semanas
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Tiempo de lectura 3 min
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Tabla de contenidos
La pretemporada es el puente entre las vacaciones y la competición. En apenas cuatro semanas debes alinear mentalidad, base física y modelo de juego sin caer en la trampa de “matar” al jugador a cargas. Aquí tienes una guía práctica para planificar con cabeza, ajustar el volumen y llegar al debut frescos y claros.
Identidad competitiva: instaurar hábitos que sostengan al equipo cuando lleguen los momentos difíciles (resiliencia, concentración, exigencia diaria).
Base física y prevención: construir una condición general suficiente e introducir rutinas preventivas (tobillo, rodilla, cadera, core) adaptadas al historial de cada jugador.
Modelo de juego integrado: que el futbolista salga de la pretemporada sabiendo qué hacer en ataque, defensa, transiciones y ABP (balón parado).
Idea fuerza: tu plan nace de tu realidad (perfil de la plantilla + nivel de la competición + contexto de rivales y campos). Primero los jugadores, luego el modelo.
Plantilla: perfiles por demarcación, antecedentes (lesiones, minutos previos, rol pasado), estado de confianza y ritmo. Esto condiciona el estilo y las exigencias.
Competición: ritmo, estilos rivales, dimensiones/estado de campos, clima. No se prepara lo mismo para un campo pequeño y pesado que para uno grande y rápido.
Diagnóstico inicial: si puedes, apóyate en tests básicos (fuerza, velocidad, resistencia, movilidad) para personalizar cargas y detectar asimetrías.
Los amistosos no dan puntos, pero sí moldean tu equipo. Evita dos extremos:
Rivales excesivos al principio → frustración y lectura negativa del rendimiento.
Rivales muy inferiores → sensación irreal y poco estrés táctico.
Elige duelos que pongan a prueba tu idea sin romper confianzas. Usa el resultado para aprender y ajustar, no para sentenciar nada.
Volumen = minutos totales de trabajo.
Intensidad = cuánta “gasolina” real pones en esos minutos.
Densidad = relación trabajo/pausa.
En pretemporada la tentación es “hacer más por hacer”. Error clásico. Los jugadores llegan desentrenados para esfuerzos específicos del fútbol: progresión antes que acumulación. Prioriza:
Subir gradualmente volumen e intensidad.
Controlar picos de velocidad y cambios de dirección las primeras semanas.
Ajustar pausas para favorecer recuperación completa (especialmente en los microciclos 1–2).
Estar fuerte no equivale a estar listo para competir. El fútbol exige gestos y patrones específicos que el gimnasio o la carrera continua no replican. Un lesionado puede volver “fuerte” y aún así carecer de ritmo, coordinación y tolerancia a las demandas del juego.
Desde el primer día, el eje es el fútbol; los refuerzos físicos, enfocados al juego.
La pretemporada no va de hacer más, sino de hacer mejor. Muchos equipos confunden carga con progreso y terminan pagando el precio en forma de lesiones o fatiga acumulada antes de competir.
Ten siempre presente tres ideas clave:
Evita sobrecargas. Los jugadores llegan de un periodo inactivo y necesitan una progresión real. No se trata de demostrar dureza, sino de prepararles para competir bien y sin romperse.
La forma física no se “carga” para toda la temporada. No existe un tanque que llenas en cuatro semanas. La condición se construye semana a semana, entrenando con criterio y compitiendo con sentido.
Desarrolla autonomía táctica. El objetivo de la pretemporada es que el equipo llegue al inicio de liga entendiendo el modelo de juego, con los roles interiorizados y sin necesidad de ser guiados constantemente desde la banda.
Si logras eso, tu equipo estará fresco, convencido y reconocible. La pretemporada no se mide por kilómetros corridos ni por horas entrenadas, sino por cuánto mejora la claridad colectiva y la capacidad del jugador para decidir dentro del modelo.
🎥 Y si quieres ver el desarrollo completo paso a paso, con ejemplos visuales, tienes el análisis detallado en el vídeo de YouTube, donde explico cómo aplicar esta planificación en cada una de las cuatro semanas.